Dios de los Padres y Señor de la misericordia
que con tu palabra hiciste todas las cosas,
y en tu sabiduría formaste al ser humano,
para que llegase a ser hijo de Dios,
acogiese la Palabra y lograse ponerla en práctica.
Danos el don de la sabiduría,
que es el don del buen gusto en las cosas.
El saber discernir, disfrutar, agradar.
Concédenos la espontaneidad con Dios
y la familiaridad con los hermanos.
La facilidad de seguir los pasos del Espíritu,
de saber gustar a Dios donde la gente se confunde;
saber disfrutar, donde todo el mundo tiene prisa de agotar la belleza.
El don de vivir y apreciar la vida.
Contigo está la sabiduría,
conocedora de tus obras,
que te asistió cuando hacías el mundo, y que nos habita,
está en nosotros, nos convierte y cambia el corazón.
Danos luz para saber lo que te es grato
y poder llegar al corazón de las cosas.
Danos luz para dejarnos sorprender por los que nos rodean.
Reconocer la obra de tu amor
donde otros sólo ven circunstancias humanas;
ver con los ojos de Dios y escuchar, dentro de nosotros,
el grito que nos hace servidores de la vida.
Mándala de tus santos cielos,
y de tu trono de gloria envíala
para que escuchemos atentos
cuando alguien cuenta y narra sus ilusiones y sus desánimos.
Mándala para que vayamos creando el espacio
donde nos sintamos hermanos
y encontremos juntos la salida oportuna
en la búsqueda continua del camino que nos acerca a Ti.
Porque ella conoce y entiende todas las cosas,
nos llena de valor, constancia y fortaleza.
Es la fuerza de nuestra debilidad para que podamos definirnos,
entregarnos, mojarnos.... hasta lograr la santidad y la justicia.
Nos enviará a los pobres y a consolar a todos los que lloran.
Mándala para que construya nuestra comunidad;
para que allí donde vivamos seamos
instrumentos de paz y fermento de fraternidad.
Ella fortalecerá nuestras promesas y esperanzas
para que el amor de Dios derramado en nuestros corazones
crezca y la empresa iniciada por ti no se abandone.