martes, 16 de febrero de 2010

ALGO PARA PENSAR EN ESTA CUARESMA (y siempre)

Hay una manera santa de tener siempre a la vista los pecados propios, la manera como los tenía Santa Teresa; recuerden aquel párrafo final, tan hermoso, del libro de su Vida, en que  pide al Señor  "no permita se pierda esta alma que con tantos artificios y maneras ha sacado Su Majestad del infierno y traído a sí".  Este modo de recordar los pecados, que es el de todos los santos, hace brotar en el alma gratitud, humildad y otras muchas virtudes; pero hay una segunda manera de tener los pecados delante de los ojos, y ésta es dañosa: anclarse en sus pecados sin levantar anclas jamás. Hay muchas almas ancladas aquí, que no dan un paso en el camino de su santificación; son almas rateras, como decía Santa Teresa. Con pretexto de arrepentirse más, se entretienen en revolver los pecados de su vida pasada para confesarlos una y otra vez (cosa que yo no les aconsejo hagan), y se agitan con que si les falta o no algo a sus confesiones, llegando a dudar prácticamente de la misericordia de Dios, que conoce tan bien nuestra miseria, cuando podrían ganarse esa misericordia en un momento si se fiasen de ella, obligando amorosamente al Señor a ocuparse de suplir las propias deficiencias.  A estas tales almas no les queda tiempo para emplearlo en otra cosa mucho más importante que se refiere a la pureza de corazón, y con tanto remirar los pecados de la vida pasada se descuidan en combatir la de la vida presente.
A los pecados cometidos hace tiempo y confesados de buena voluntad, basta tener una idea general para arrepentirse en conjunto; en cambio, los pecados que nos envuelven en estos momentos, sí que nos han de preocupar; hay que procurar desenredarse de ellos lo más posible, ya que, como saben, los veniales, que por misericordia de Dios suelen ser los que tratamos, nunca nos veremos libres del todo hasta la muerte.  Es una de nuestras grandes miserias, y hemos de fijarnos, sobre todo, no en sus manifestaciones exteriores (como, por ejemplo, en el número de caídas) sino en las raíces de estos pecados, en las malas pasiones que anidan en el corazón.  Para examinarme de que he faltado diez veces con el pensamiento, de que he contestado cinco con impaciencia, no me hacen falta Ejercicios Espirituales, la meditación de los pecados son para examinar el estado de mi corazón delante de Dios, cuáles son las malas tendencias que me impiden dárselo por entero y de qué modo y en que grado las fomento yo, y para resolverme eficazmente a desarraigarlas de una vez.
Personas fervorosas hay muchas, pero hay muy pocas que maduren y lleguen a dar verdadero fruto de santidad. Hay que ajustar el corazón al  patrón de Cristo, y el patrón es éste: que yo sea humilde, que me tenga por el último de todos y siempre crea que me tratan demasiado bien.  Plantar la cruz de Cristo en el corazón, y anidar allí en ella, y no desear bajar de ella jamás; esta es la verdadera conversión que nos hace falta.
Pidamos luz, y como el publicano de la parábola, pidamos misericordia, para que Dios nos haga  la gracia de descubrir y arrancar estas malas raíces y pueda levantarnos así, pues ya saben que dijo: El que se exalte será humillado y el que se humille será ensalzado (Lc 14.11)

Ejercicios Espirituales III - Ejercicios en Batuecas (1942)
P. Alfonso Torres, S.I.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario