domingo, 27 de diciembre de 2009

DE COMO HAS DE SER SORDO Y MUDO



La siguiente palabra de esta letra te aconseja que seas espiritualmente sordo, ca porque oyó el primer hombre, según dice el Señor, la voz de su mujer, le vinieron muchos daños.
Nuestra mujer es nuestra sensualidad, a la cual en ninguna manera debe oírla ni entender la razón; y no contradice a esto ser mandado a Abrahán que oiga la voz de Sara; porque aquello fue después que
cesaron en ella, según dice la Escritura, las cosas de mujeres (Gen 21,7); que entonces cesan en nuestra sensualidad cuando está bien sujeta a la razón; y lo que dice cuando está puesta en razón, es que
echemos fuera la esclava y su hijo, desechando la imaginación y el distraimiento que de ello nace, para que así nos quedemos solos sin ruido de voces que atruenan nuestra ánima, como molino que nunca cesa de hacer estruendo dañoso al que mora en él; lo cual debe faltar en la casa de Dios cuando se edifica, donde no se ha de oír martillo, ni sierra, ni cosa de hierro, porque todos estos sonidos son roncos y no aplacen al ánima, antes le hacen mucho sinsabor (1 Re6,7).


La tercera palabra dice que también seamos mudos en lo interior, no hablando palabra alguna, ni aun muy sutil, según lo aconseja la madre de Samuel (1 Sam 2,3); pues que el Señor es Dios de las ciencias, y quiere más que oren a Él callando y en espíritu y verdad que no con palabras mientras con mayor silencio le ruegan, más oye y mejor concede lo que le demandan, como parece en Moisés, al cual, aunque callaba, porque oraba en silencio, respondió como hombre importunado, diciendo (Ex 14,15): ¿Para qué me estás dando voces? Y que el Señor conceda presto a los que callan delante de Él lo que ellos desean, parece también en Zacarías, que estando mudo engendró a San Juan, que quiere decir gracia, y no habló hasta que nació, y después habló muy mejor que antes, pues quedó hecho tan glorioso profeta (Lc 1,64).


Si queremos engendrar en nuestras ánimas la gracia del  Señor mediante su favor, y saber gloriosamente hablar de las cosas celestiales, primero, como dice Gersón, hemos de ser mudos, aún en lo interior del corazón, según aquello de Jeremías (Lam 3,25):


Bueno es el Señor a los que esperan en el ánima que lo busca. Y para nos enseñar cómo lo hemos de buscar, dice luego: Buena cosa es esperar con silencio la salud de Dios."

(Del Tercer Abecedario, de Fco de Osuna -1492-)

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