Rezar significa abrir las manos ante Dios. Implica relajar lentamente la tensión que oprime tus manos juntas y aceptar tu existencia con una predisposición cada vez más favorable, no como una posesión que hay que defender, sino como un don que hay que recibir.
Ante todo, la oración es un estilo de vida que te permite encontrar una tranquilidad en medio del mundo, en la cual abres tus manos a las promesas de Dios y encuentras esperanzas para ti, para tu prójimo y para tu mundo.
En la oración, encuentras a Dios no sólo en la suave voz y en la suave brisa, sino también en medio de la agitación del mundo, en la congoja y en el júbilo de tu prójimo, y en la soledad de tu propio corazón.
Finalmente, una vida de oración es una vida con las manos abiertas, en la cual no nos avergonzamos de nuestra debilidad, sino que nos damos cuenta de que para nosotros es mejor ser guiados por el Otro que conservar todo en nuestras propias manos.
Henri Nouwen
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