(A San José)
No dijiste palabra alguna,
pero tus obras te delataron.
Tuviste espléndida esposa,
más, como hombre de fe,
la quisiste dejar para Dios.
En el horizonte de tu vida,
con singular belleza
con nítida luz
irradió la estrella de María;
pero, también la humildad de tu candil,
iluminó con el aceite de la sencillez
con el destello de tu obediencia
con el fuego de tu pobreza
con la llama de la verdad.
Sí, José; ¡qué bien hablaste!
Te escuchó el cielo,
y a partir de ese momento,
Dios comenzó a escribir tranquilo:
el amor se hacia hombre en María
el amor era custodiado por tu mano
el amor era educado por tu inteligencia
el amor era trabajado,
a golpe de cincel y martillo,
en el banco de tu ser carpintero.
Sí, José; ¡qué bien hablaste!
Nunca, un ángel,
llevó tan grata respuesta al cielo:
José cree y calla
José espera y sueña
José se fía y camina
José obedece y..despierta
Nunca, un ángel de las alturas,
en un intento de descender sosiego,
recibió en respuesta
tu serenidad y tu paz como consuelo.
Tomaste a María como esposa
Recibiste a Jesús como hijo
Fuiste hombre de pocas palabras
pero tus obras hablaron.
Agradezco a la Sra. Inés Boutinet que me compartió este poema.
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