martes, 13 de diciembre de 2011

EL TESTIGO



Un día apareció un hombre en el horizonte
y reavivó las ascuas de nuestra esperanza dormida.
Un día llegó un hombre que tenía magia en la voz,
calor en sus palabras y embrujo en su mensaje.

Un día vino un hombre con la esperanza en sus gestos,
con la fuerza de su ser y con un corazón grandísimo. 
Yo sólo soy la voz del que clama en el desierto. 

Un día vino un hombre que gritaba cual ninguno
invitándonos a convertirnos y dar un giro a nuestro destino.
Un día vino un hombre que rompió nuestros esquemas
para hacernos soñadores, tiernos y libres.

Un día vino un hombre tan recto y austero
que ningún señor, jefe y maestro lo quiso por mensajero. 
Un día vino un hombre tan sencillo y humilde
que nunca se consideró el centro de sus actuaciones.

Un día vino un hombre que entabló un diálogo sincero
porque no buscaba ni engañarnos ni aprovecharse.
Un día vino un hombre que era todo voz de otro
clamando: Preparad el camino del Señor. 

Un día vino un hombre que tomó la iniciativa
y abrió una brecha y una calzada recta al Mesías.
Un día vino un hombre, enviado por Dios,
para dar testimonio de la luz.

Y al ser preguntado por sus credenciales e identidad
habló humildemente, no se puso títulos ni mintió.
Ulibarri Fl.

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