El dedo pulgar es el que está más cerca de ti...
Ora por las personas más cercanas a ti. Son los más fáciles de recordar. Padre, madre, hermanos, hermanas, esposo, esposa, hijos y seres queridos. Orar por las personas amadas... ¡qué tarea tan dulce es ésta!
El siguiente en el orden es el dedo índice, es el que apunta y dirige...
Ora por quienes te orientan, te guían y enseñan, te aconseja, te dirigen espiritualmente, te instruyen, curan y sanan. Ellos necesitan tus oraciones para dirigir a otras personas con sabiduría y dedicación.
El dedo medio es el más alto y grande...
Nos ayuda a recordar a las personas que están en los puestos de autoridad, de poder. Son los grandes líderes, gobernantes... Ellos necesitan la orientación divina, para que impartan el derecho y la justicia con equidad.
El próximo es el anular, el más frágil...
Es el dedo del pacto, de la solidaridad, donde se llevan los anillos.
Nos hace recordar a los pobres, débiles, excluidos, enfermos, a los que no tienen voz, desvalidos y todas las personas que están en necesidad.
Ora sin cesar por ellas.
El último es el meñique, es el menor de todos...
Nos hace recordar y pedir por nuestras propias necesidades.
Sólo cuando termines de orar por las necesidades de las personas representadas en los otro cuatro dedos, nuestras propias necesidades se revelarán en su perspectiva real, y en esta hora estaremos preparados para orar por nuestras propias necesidades de una manera más humilde y efectiva...
Cuando observé este orden de prioridades, pensé en Jesús, que nos enseña estos mismos principios en la Oración que Él nos enseñó: Padre nuestro... y me dije: ¡ qué diferente a la forma de orar egoísta de la religiosidad popular que muchas veces desconocen el amor y la provisión de Dios en Jesucristo!...
Autor Anónimo
Preparado y adaptado por el P. Gerardo Hands